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Volver a: Las mayorías irrumpen en la historia

El nuevo presidente estuvo obligado a permanecer en el sur hasta enero de 1849, para neutralizar posibles levantamientos en su contra. En febrero, retorno a La Paz. Su vuelta coincidió con el inicio de la tradicional fiesta de Carnaval, situación que contribuyo a crear un ambiente de aun mayor júbilo y regocijo. Este sentimiento fue compartido por las mayorías urbanas de la ciudad y la población aymara de los alrededores.

Un diplomático británico, L. Hugo De Bonelli, quedo particularmente impresionado por los grupoide aymaras que entraron por las calles paceñas precediendo el ingreso del Presidente y sus victoriosas tropas, y escribió: “Numerosos grupos de indígenas vestidos de acuerdo al extraordinario estilo del país, y encabezados por sus Cacique, que llevaban en sus manos bastones [de mando], rematados por soles de plata, bailaban, brincaban y daban vueltas al son de su música extraña [sic], mientras la aproximación de los batallones anunciaba la cercanía del poderoso vencedor”. El diplomático británico también estaba sorprendido ante la diversidad del grupo que acudió para dar la bienvenida a Belzu y en su relato dijo: “Las calles estaban colmadas por el grupo mas heterogéneo que pudo haberse reunido; [este] incluía españoles, bolivianos, argentinos, extranjeros de diverso origen-cholos e indígenas, así como mulatos y negros de todas las castas y matices, que componen la Republica”.

Cuando Belzu entro a la ciudad, la algarabía alcanzo un grado todavía mayor. De acuerdo a De Bonelli, “El caos de ruidos en este momento era ensordecedor, mientras el pueblo manifestaba su felicidad mediante una sucesión de fuertes y prolongados grito”. En particular, los aymaras recibieron calidamente al Presidente: “Los indígenas…no estaban atrás en esta ocasión, al contrario redoblaron sus movimientos en la danza, o hicieron uso mas vigorosos de su tambores y flautas [quenas y sikus] para proclamar el evento, hacia el cual todos los ojos se dirigían ahora”.

No obstante, la élite no estaba dispuesta a someterse y, consecuentemente, el 12 de marzo empezó un levantamiento militar a favor de Ballivián en Oruro. Sin tardanza, Belzu mando todos sus batallones de infantería a esa ciudad, y posteriormente, junto con sus comandantes y la caballería, dejo La Paz con el mismo destino. La Paz quedo bajo el control de unos pocos policías, y los ballivianistas aprovecharon para organizar una fuerza de unos 200 efectivos y adueñarse de la ciudad.

La respuesta no se dejo esperar. Las masas paceñas salieron a las calles para defender al gobierno, iniciándose combates callejeros que duraron dos días. Inmediatamente después de que llego información acerca de la proximidad de Belzu que retornaba, los subversores escaparon. A esas alturas, las mayorías tomaron la ciudad y saquearon casas y comercios de la gente perteneciente a la elite. También los belcistas obligaron a personas ricas, que se animaban a transitar por las calles, a entregar contribuciones pecuniarias destinadas a la defensa del gobierno.

Con el arribo de Belzu a la ciudad, la situación continúo sin modificaciones y se mantuvo tensa durante algunos días más. Cuando la calma volvió, comunarios del altiplano ayudaron a perseguir a los enemigos del Presidente, quienes trataban de huir. Soldados que habían participado en la subversión, y luego escaparon, fueron traídos a la ciudad por aymaras que los capturaron cuando intentaban pasar al Perú.

Los acontecimientos de mediados de marzo de 1849 muestran hasta que punto había surgido, y consolidado en el gobierno, una coalición popular capaz de acciones conjuntas. Estos esfuerzos, junto con la capacidad política que caracterizo al Presidente, permitieron que el régimen tenga continuidad. A pesar de todos los intentos subversivos llevados adelante por la élite.

Algunas ambigüedades y dubitaciones de Belzu y sus colaboradores, y el resquebrajamiento del bloque democrático-popular, debilitarían al gobierno a partir de 1854. Sin embargo, es interesante como el propio Presidente evaluó su labor cuando dejaba el cargo en 1855. Pese a algo de desmoralización, dijo que había introducido

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