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GREGORIA APAZA

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Desde muy niña, fue testigo del trato por parte de los colonizadores españoles a su pueblo. En 1781 participó junto a su hermano Julian Apaza (Tupac Katari) en los movimientos indígenas contra los españoles.

En ese proceso, Túpac Katari tenía en dos mujeres su mayor apoyo: una era su esposa, Bartolina Sisa, y la otra era su hermana, Gregoria Apaza.

Estos movimientos indígenas cercaron las ciudades de La Paz y Sorata. Su carácter dominante y extraordinaria fortaleza dieron un importante apoyo en la organización del cerco.

Cuando Túpac Katari se ausentaba de los campamentos que rodeaban a la ciudad de La Paz, Gregoria Apaza junto a su cuñada Bartolina Sisa asumían el mando de las tropas aymaras y eran tan eficientes que nadie sentía la ausencia de Tupac Katari.

De la hermana de Julián Apaza poco se sabe. Su figura ha quedado opacada en la historia por el brillo del caudillo del Cerco de La Paz y de su mujer, Bartolina Sisa. La fama la tuvo en vida, cuando dirigió hordas indígenas de guerreros, cuando ajustició a españoles con su propia mano, cuando cambió su papel de subordinada por una promesa de amor y gloria.

Antes de la rebelión indígena de 1781, Gregoria Apaza vivía en Ayo Ayo, pueblo en el que nació unos 30 años antes. Hablaba sólo aymara, estaba casada con el sacristán Alejandro Pañuni y tenía un hijo de pocos años, según se desprende de los documentos de su confesión ante la justicia española.

“Nada se dice sobre su físico; pero por la vida que llevó después, puede suponerse que debe haber sido una mujer atractiva, enérgica y fuerte”, escribe la historiadora María Eugenia del Valle de Siles en el libro Historia de la rebelión de Túpac Katari, uno de los más completos estudios sobre el Cerco.

Aparentemente, Gregoria dejó todo —familia, hogar— cuando su hermano la llamó a integrarse a su corte y dirigir las tropas indias contra la corona española.

Eran los aprestos del Cerco a La Paz que fue dirigido por Julián Apaza, un comerciante de coca y bayeta, autonombrado Túpac Katari en honor a Tomás Katari, el cacique altoperuano que lideró una rebelión indígena en 1779; y a Túpac Amaru, el descendiente de la realeza inca que dirigía las sublevaciones en el Perú.

Cuando el poder de Túpac Katari se afianzaba y su hermana brillaba como cacica, llegaron desde Perú tropas aliadas de Túpac Amaru para apoyar el cerco. Con este suceso, todo cambiaría, una vez más, para Gregoria.

Al mando de los guerreros peruanos llegó el joven Andrés Túpac Amaru, sobrino del caudillo José Gabriel Túpac Amaru. El inca inició un célebre romance con Gregoria que ha trascendido en los testimonios de la época.

“Nada sabemos de cómo fue el encuentro entre Andrés y Gregoria .Andrés era un joven de 17 ó 18 años, sabía leer y escribir; a medida que se conocen sus acciones de la rebelión de 1781 se va viendo que era un hombre de gran perspicacia, sentido militar, arrojo y valentía. Gregoria, 10 años mayor, con tanta ambición de mando, orgullo e inteligencia como Andrés, no poseía cultura ni sabía leer ni escribir, pero tenía una extraordinaria intuición para captar las cosas verdaderamente importantes y los momentos decisivos, tanto en el curso de su vida como en el de la insurrección”.

Lo cierto es que juntos, los amantes libraron y ganaron varias batallas y debió ser tanta la confianza de Gregoria que envió a su único hijo a Azángano, al cuidado de la madre del joven peruano.

Cuando el sitio a La Paz parecía consolidado, Túpac Katari encargó a su hermana la conquista del valle paceño de Sorata que cayó tras cruentas batallas lideradas por Gregoria y Andrés. Allí permaneció la pareja un mes hasta que, durante un viaje del inca a Perú, la cacica se enteró de que las tropas españolas habían logrado levantar el Cerco de La Paz. Corría el mes de octubre de 1781.

Se rompe el primer cerco, el de La Paz, y Tupac Katari se repliega al campo. En Sorata, Gregoria Apaza mantiene cercada la villa, construyen una represa donde acumulan las aguas de los nevados, la que posteriormente es abierta llegando a destruir las defensas de la villa e inundando las casas de los habitantes.

Su castigo fue tan duro como dulce fue su apogeo de saberse reina de los indios y saborear el poder junto a su hermano Túpac Katari.

Posteriormente Gregoria Apaza, junto a su cuñada son hechas prisioneras y encerradas en una celda fría, oscura y húmeda esperaron su sentencia ocho meses, el 6 de septiembre de 1782, la cacica Gregoria Apaza fue ahorcada frente a una multitud en la plaza mayor de La Paz. Antes, una corona de espinas ciñó su frente y fue obligada a desplazarse desnuda sobre un burro por la plaza principal. Fue condenada por el Oidor Diez de Medina muere en la misma forma cruel con que es senteciada su cuñada, sus miembros despedazados, enviados a diferentes lugares, su cabeza puesta en una picota y el resto de su cuerpo quemado, para que sus cenizas fueran arrojadas al viento.


BIBLIOGRAFIA




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