La unión de Bolivia y el Perú bajo un solo gobierno presidido por el boliviano Andrés de Santa Cruz, Mariscal de Zepita, no había sido del agrado de grandes sectores políticos y militares del propio Perú, que veían disminuidas sus posibilidades personales ante un gobierno que adquiría prestigio y trabajaba efectivamente por la grandeza de una confederación que prometía un destino superior para los dos países.

A las 10 de la mañana del 7 de febrero de 1836 se enfrentaron en el Alto de la Luna o Socabaya, el ejército boliviano-peruano comandado por el Mariscal Andrés de Santa Cruz y el peruano rebelde, al mando del General Felipe Salaverry. La oportuna y valiente intervención del General Otto Felipe Braun, decidió finalmente la victoria a favor de las armas confederadas.

Los peruanos se desbandaron dejando 20 jefes y oficiales prisioneros, incluido el Comandante en Jefe, Felipe Salaverry; 1500 individuos de la clase de tropas, armas de 5 estandartes.

Las bajas del ejército rebelde sumaban 600 muertos y 350 heridos; los bolivianos 242 muertos y 188 heridos.

La derrota no tuvo atenuante, aunque esta victoria fue empañada con el fusilamiento, dispuesto por un Consejo de Guerra integrado por militares peruanos exclusivamente, que se cumplió en la plaza de Arequipa, de los generales Felipe Santiago Salaverry y Fernandini, cinco coroneles y dos comandantes, fusilamientos que el Mariscal Santa Cruz pudo evitar.

Esta fue, indudablemente, una auténtica victoria militar boliviana, por cuanto sus principales comandantes eran de esta nacionalidad.